La tecnología ha transformado prácticamente todos los aspectos de nuestra vida, y el mundo del ejercicio no es la excepción. En la última década, las aplicaciones móviles, los relojes inteligentes y las plataformas de entrenamiento virtual han democratizado el acceso a rutinas, entrenadores, comunidades fitness y métricas de rendimiento, permitiendo que personas de todo el mundo puedan moverse de formas antes impensadas.
Para muchos, la barrera de tiempo, distancia o incluso la timidez para asistir a un gimnasio, ha sido derribada gracias a la posibilidad de ejercitarse en casa, al aire libre o en cualquier rincón del mundo, guiados por entrenadores virtuales o acompañados por comunidades en línea.
“Hoy podemos tener un gimnasio en el bolsillo”, resume Estefanía Rojas, entrenadora personal y creadora de contenido fitness. “Las apps de entrenamiento, los videos por streaming, las plataformas de retos deportivos nos han permitido llegar a personas que quizá jamás se habrían acercado a un espacio deportivo tradicional”.
De acuerdo con el informe de Statista (2024), más de 400 millones de personas en el mundo usan aplicaciones de salud y ejercicio, y la tendencia sigue en aumento, especialmente entre jóvenes y adultos de mediana edad.
Los dispositivos como relojes, pulseras o anillos inteligentes no solo permiten medir pasos, frecuencia cardíaca, sueño y calorías, sino que también motivan con retos diarios, logros virtuales y recordatorios que fomentan la constancia.
Pero más allá de la tecnología per se, lo que ha cambiado es la forma de concebir el ejercicio: ya no como una actividad aislada, sino como parte de un ecosistema digital que integra salud, bienestar y comunidad.
Realidad virtual
Incluso áreas como la realidad virtual y la inteligencia artificial comienzan a integrarse en el entrenamiento físico. Gimnasios virtuales, clases inmersivas o apps que ajustan rutinas según el nivel de energía del usuario son parte de esta revolución silenciosa.
Sin embargo, expertos advierten que el exceso de datos y métricas también puede generar estrés, obsesión por el rendimiento y desconexión con las propias sensaciones corporales.
“La tecnología debe ser una herramienta, no una cárcel. Si la usamos con conciencia, puede motivarnos y darnos información útil. Pero nunca debe reemplazar el disfrute, el escuchar al cuerpo, el movernos por placer y no solo por números”, reflexiona Rojas.
El reto actual es encontrar el equilibrio: usar la tecnología como aliada para movernos más, mejor y con más conciencia, sin perder de vista que el cuerpo es, ante todo, un espacio de experiencia y bienestar, no una máquina de datos.
En un mundo cada vez más digitalizado, quizás la verdadera revolución sea recordar que moverse es, antes que nada, un acto humano, vital y profundamente libre.