En tiempos de estrés crónico, ansiedad latente y jornadas laborales que parecen no tener fin, el ejercicio se ha convertido en mucho más que una herramienta para mantenerse en forma. Hoy, médicos, psicólogos y especialistas en salud mental coinciden en que moverse es, literalmente, una medicina poderosa, capaz de equilibrar no solo el cuerpo, sino también las emociones.
“Cuando las personas piensan en ejercicio, suelen enfocarse en el peso o la apariencia física. Pero la evidencia científica nos dice que el principal beneficio está en el bienestar emocional”, afirma la psicóloga y entrenadora en salud integral Mariana Ruiz, quien desde hace años trabaja con pacientes que usan el movimiento como parte de sus terapias para ansiedad, depresión y estrés postraumático.
Y no es una percepción aislada. Según la Organización Mundial de la Salud, realizar al menos 150 minutos de actividad física moderada a la semana reduce en un 30% el riesgo de desarrollar trastornos de ansiedad y depresión. Además, el ejercicio actúa como modulador natural de hormonas clave, como la serotonina y las endorfinas, responsables de la sensación de placer, relajación y bienestar general.
Para Ruiz, el cuerpo guarda tensiones emocionales que solo el movimiento puede liberar. “Cuando estamos ansiosos, tendemos a respirar superficialmente, a tensar los músculos, a encapsular el cuerpo. Moverse rompe ese círculo, desbloquea, permite que la energía fluya y que la mente se libere de pensamientos repetitivos”, explica.
Incluso actividades suaves como caminar, bailar o practicar yoga tienen efectos positivos comprobados. No se trata necesariamente de entrenamientos intensos, sino de recuperar el contacto con el cuerpo, en cualquier modalidad. “El movimiento consciente, el que se hace por placer y no por obligación, tiene un efecto casi terapéutico”, enfatiza Ruiz.
Reconexión interna
El ejercicio también ofrece un espacio de desconexión digital y reconexión interna. En un estudio realizado por la Universidad de Harvard (Harvard Health Publishing, 2024), se demostró que quienes practican actividades físicas al aire libre, como ciclismo, senderismo o natación, reportan mayores niveles de bienestar emocional y menor prevalencia de insomnio, ansiedad y fatiga mental.
Y es que el ejercicio no solo impacta la química cerebral, sino también nuestra autoestima, sentido de logro y conexión social. Ruiz señala que muchas personas encuentran en grupos deportivos o clases colectivas un espacio de pertenencia que ayuda a combatir la soledad y la desmotivación.
La clave está en dejar de ver el ejercicio como una imposición estética y abrazarlo como una medicina diaria para el cuerpo y el alma. No importa si es una caminata corta, una rutina de estiramientos o una clase de baile en la sala de casa. Lo importante es mover el cuerpo con intención, con placer, con presencia.