
Por Rut Laybelis Encarnacion Genao, Psicóloga Clínica,
MA en Psicología Criminal con especialidad en Psicología Forense
En el campo de la psicología forense, resulta esencial diferenciar entre pedofilia, pederastia y abuso sexual infantil. Aunque en el lenguaje común se usan como sinónimos, representan fenómenos distintos con implicaciones clínicas, legales y periciales diferentes.
La pedofilia es una preferencia sexual persistente hacia niños o niñas prepubescentes, generalmente menores de 13 años. Según el DSM-5, se considera un trastorno parafílico cuando esa atracción causa malestar significativo o lleva a la persona a actuar en consecuencia.
Un individuo puede tener pensamientos o fantasías pedófilas sin haber cometido delito alguno; por tanto, la pedofilia no implica necesariamente acción. Desde la psicología forense, esto es relevante: el diagnóstico se centra en la inclinación sexual y en la capacidad del sujeto para controlarla.
Estudios neuropsicológicos sugieren que las personas con pedofilia presentan diferencias en la estructura cerebral, especialmente en áreas relacionadas con el control de impulsos y la empatía. Sin embargo, no todos los agresores sexuales de menores son pedófilos; muchos cometen abusos por poder, impulsividad o factores situacionales (Suchy et al., 2009).
La pederastia se refiere al acto sexual cometido por un adulto hacia un menor, generalmente del mismo sexo. En la antigüedad se utilizó para describir relaciones entre hombres adultos y adolescentes, pero hoy se entiende como abuso sexual de menores con contacto físico, especialmente cuando hay penetración o coerción.
Desde el punto de vista forense, la pederastia implica acción delictiva, mientras que la pedofilia puede existir sin que el sujeto haya actuado. En otras palabras:
Un pederasta es siempre un abusador, pero no todo pedófilo es pederasta
El peritaje forense debe establecer si el delito se cometió motivado por una preferencia pedófila o por otros factores, como dominancia, oportunidad o consumo de sustancias. Esto influye en la evaluación de peligrosidad y el plan de tratamiento.
El abuso sexual infantil (ASI) es un término más amplio que engloba cualquier forma de involucrar a un menor en actividades sexuales sin su comprensión ni consentimiento. Puede incluir tocamientos, exposición a material pornográfico, exhibicionismo, grooming o penetración.
Lo que define el abuso no es el tipo de acto, sino la desigualdad de poder y la incapacidad del menor para consentir. En muchos casos, los agresores utilizan la manipulación emocional o el vínculo afectivo para mantener el control. Desde la perspectiva psicológica, las víctimas pueden desarrollar trauma complejo, trastorno de estrés postraumático (TEPT), ansiedad, depresión, sentimientos de culpa, disociación y dificultades en las relaciones futuras (Amado et al., 2015).
En el ámbito judicial, el abuso sexual es un delito perseguible de oficio y requiere una intervención multidisciplinaria que incluya psicólogos forenses, médicos legistas y trabajadores sociales.
| Concepto | Naturaleza | Implica acción | Enfoque forense |
| PEDOFILIA | Preferencia o atracción sexual hacia menores prepubescentes | No necesariamente | Evaluación diagnóstica y riesgo de actuación |
| PEDERASTIA | Acto sexual cometido hacia un menor | Sí | Investigación criminal y perfil del agresor |
| ABUSO SEXUAL INFANTIL | Conductas sexuales sin consentimiento de un menor | Sí | Evaluación del daño psicológico y pruebas periciales |
Desde la psicología forense, esta diferenciación es crucial para comprender la motivación del agresor, su nivel de control y su peligrosidad. Los estudios muestran que los agresores con pedofilia tienen mayor riesgo de reincidencia que los abusadores impulsivos o situacionales (Fedoroff, 2020).
Evaluación y tratamiento desde la psicología forense
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Evaluación del agresor
- En casos de pedofilia, la evaluación incluye entrevistas clínicas, autoinformes de fantasías y pruebas psicofisiológicas (como la falometría) para determinar el patrón de excitación.
- En pederastia o abuso, se analiza el contexto del delito: relación con la víctima, control de impulsos, consumo de drogas, distorsiones cognitivas y antecedentes delictivos.
- Los informes forenses deben precisar si existe una parafilia diagnosticable o una conducta oportunista, pues esto cambia completamente el pronóstico y la intervención.
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Tratamiento
- El tratamiento de la pedofilia puede incluir terapia cognitivo-conductual, manejo de impulsos, fármacos antiandrogénicos y programas de prevención de recaídas.
- En pederastia o abuso sexual, el abordaje es más complejo e incluye responsabilización del acto, control de la agresión sexual y reestructuración cognitiva.
- En las víctimas, se requiere intervención psicoterapéutica centrada en trauma, validación emocional y restauración del sentido de seguridad.
Las víctimas de abuso sexual infantil presentan mayores probabilidades de desarrollar depresión, ansiedad, trastornos de la alimentación, consumo de sustancias y dificultades interpersonales. Los estudios meta-analíticos indican que tienen un 70 % más de riesgo de trastornos emocionales que quienes no fueron abusados (Amado et al., 2015).

