Cuando la experiencia se desecha: el error de ignorar a los jubilados

Cuando la experiencia se desecha: el error de ignorar a los jubilados

Por J. Luis Rojas
lrojas50@hotmail.com

En la República Dominicana, se considera jubilado a toda persona que, tras haber cumplido 60 años de edad y acumulado 30 años de servicio —ya sea en el sector público o privado— cesa formalmente su actividad laboral. En otras palabras, la jubilación es el proceso oficial de retiro del trabajo. Ser jubilado implica haber concluido un ciclo profesional y estar legalmente desvinculado de sus funciones. En el ámbito público, la jubilación automática está contemplada en la Ley 379-81, que establece el régimen de pensiones y jubilaciones del Estado dominicano para funcionarios y empleados públicos.

En el sector público, la jubilación automática se activa al cumplir 30 años o más de servicio y tener 60 años de edad, o bien al alcanzar 35 años de servicio sin importar la edad. En el sector privado, la edad mínima requerida es de 60 años y 30 años de trabajo, lo que equivale a 360 cotizaciones al Sistema de Capitalización Individual, administrado por las AFP (Administradoras de Fondos de Pensiones). A diferencia del sector público, en el privado no existe jubilación automática: el retiro depende de la solicitud del trabajador y del cumplimiento de los requisitos establecidos por la Ley 87-01, que crea el Sistema Dominicano de Seguridad Social (SDSS).

¿Y después de la jubilación?

Por lo general, en la República Dominicana, el jubilado —tras dejar de trabajar en una institución pública o empresa privada— cae en el olvido. Sus años de dedicación, compromiso y entrega son borrados y desechados. El desprecio y la falta de reconocimiento hacia ellos es tan evidente que, en muchas instituciones públicas, su presencia ocasional no es bien vista por algunos de sus antiguos compañeros. Olvidar el legado y los aportes de los jubilados habla muy mal de las entidades que incurren en tan indigna práctica.

El valor de la experiencia acumulada

Aprovechar la experiencia laboral de los jubilados ofrece ventajas estratégicas como la transferencia de conocimientos, la mejora del clima organizacional, el ahorro en capacitación y el fortalecimiento institucional. Su retorno puede ser flexible, motivador y altamente rentable. En países desarrollados como Japón, la experiencia acumulada por los jubilados es bien valorada, especialmente a través de la Agencia de Cooperación Internacional (JICA). Los jubilados japoneses no son olvidados: el gobierno se encarga de mantenerlos activos y productivos mediante programas de cooperación que benefician a muchos países de América Latina.

Está comprobado que poner al servicio de las organizaciones las habilidades, experticias y competencias —tanto técnicas como humanas— de sus jubilados genera ventajas comparativas y competitivas. Por ejemplo:
• Transferencia de conocimientos significativos al talento joven
• Mejora del clima organizacional
• Ahorro en procesos de formación
• Fortalecimiento de la identidad institucional

Cualquier nivel de vínculo con los jubilados puede ser útil para preservar la cultura organizacional y los valores que ayudaron a construir. En las entidades que valoran los aportes tangibles e intangibles de sus colaboradores, la relación con los jubilados trasciende la desvinculación laboral.

¿Cómo mantener el vínculo con los jubilados de alto rendimiento?

Aunque parezca sencillo mantener vínculos con quienes ayer fueron empleados activos, no siempre lo es. Esta tarea depende en gran medida de la calidad, cantidad y naturaleza de los logros alcanzados por el jubilado durante su vida laboral. También influye el tipo de convivencia que sostuvo con sus superiores y compañeros. En toda organización hay diversidad de perfiles, y no todos los jubilados dejaron huellas positivas que motiven a establecer vínculos de cooperación.

Sin embargo, muchos jubilados ostentan una sabiduría acumulada tras décadas de experiencia. Aun después de su retiro, pueden actuar como consejeros, consultores o formadores, compartiendo conocimientos y facilitando el aprendizaje de los nuevos talentos. Lamentablemente, algunos líderes empresariales y gubernamentales cometen el error de romper el vínculo con jubilados que, en su etapa activa, contribuyeron significativamente al buen desempeño institucional.

En diversas áreas, los saberes de los jubilados son valiosos para la productividad y competitividad. La mayoría encarna valores como responsabilidad, disciplina, compromiso, solidaridad y lealtad. Además, ayudan a preservar la identidad institucional, reforzar la cultura organizacional y resguardar el capital reputacional. Muchos jubilados desean seguir activos, compartir lo aprendido con el nuevo talento humano e iniciar proyectos con el respaldo de la organización a la que dedicaron décadas.

Buenas prácticas institucionales

No todas las empresas privadas ni instituciones estatales desprecian a sus jubilados. En algunas, se les respeta, dignifica y toma en cuenta. Por ejemplo:
• Se les invita a actividades institucionales
• Se les contrata para tareas específicas remuneradas
• Se crean voluntariados para acciones comunitarias
• Se les garantiza cobertura de salud
• Se les incluye en actividades recreativas
• Se les apoya en proyectos productivos
• Se les facilita la continuidad de estudios
• Se otorgan becas a sus dependientes directos para formación técnica o universitaria

En las organizaciones que valoran el talento humano, los jubilados son considerados fuente de sabiduría, lo que permite establecer programas efectivos de relevo generacional. Tratarles con desprecio, apatía o indiferencia refleja una cultura institucional pobre y deshumanizada.

En síntesis

Mantener vínculos de cooperación con jubilados del sector público y privado es una decisión acertada. Sus conocimientos, experiencia y valores siguen siendo valiosos para fortalecer el desempeño de las organizaciones en las que trabajaron con entrega y dedicaron sus mejores años. Olvidarlos equivale a perder una fuente invaluable de saber institucional, identidad y legado. En definitiva, el mal trato hacia los jubilados proyecta un mensaje negativo para los colaboradores activos, quienes, con el tiempo, también pasarán a formar parte de ese grupo.

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