
Por Rut Laybelis Encarnacion Genao, Psicóloga Clínica,
MA en Psicología Criminal con especialidad en Psicología Forense
La jubilación anticipa un cambio que no solo es financiero o físico, sino profundamente emocional y psicológico. Aun cuando la edad cronológica indica que “es tiempo” de retirarse, muchas personas sienten internamente que no lo están.
El paso al retiro constituye una de las transiciones más importantes del ciclo vital. Más que dejar de trabajar, implica modificar identidades, redes sociales, rutinas, roles, sentido de vida y expectativas en torno al futuro.
Según un artículo de la Society for Industrial and Organizational Psychology (SIOP) sobre el bienestar en el retiro:
“Los últimos 20 años de investigación muestran que el bienestar financiero, físico y psicológico en el retiro están influidos directamente por la preparación antes del retiro”.
Es decir: la edad puede “tocar”, pero si la preparación emocional y psicológica no ha estado presente, la transición puede tornarse problemática.
Según la Asociación Americana de Psicología (APA):
“Muchos psicólogos recomiendan retirarse gradualmente, pasar a un horario parcial o hacer consultoría antes de dejar el trabajo por completo”.
Esto sugiere que el “momento” ideal no es simplemente cronológico sino que depende de una conjunción de factores internos y externos.
A continuación se detallan las principales causas por las cuales muchas personas que podrían retirarse “por edad” sienten que no están listas, agrupadas en grandes categorías.
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Pérdida de identidad profesional
El trabajo muchas veces forma parte central del autoconcepto: “yo soy médico, maestro, abogado…”. Cuando la edad dicta el retiro pero la persona aún siente que su rol no concluye o que su identidad profesional es esencial, aparece resistencia.
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Falta de clarificación de metas (psicológicas)
La investigación que aborda los “antecedentes psicológicos de la planificación para la jubilación” indica que variables como claridad de metas de jubilación, autoeficacia, futuro‐tiempo percibido, actitud hacia el retiro, son determinantes.
Si alguien “sabe que ya le toca” pero no ha definido qué hará, cómo lo hará, para qué lo hará, aparece ese “no estoy listo”.
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Recursos personales, sociales y financieros insuficientes
Aunque la edad es la señal, el “estar listo” conlleva tener recursos. Según la investigación del estudio Wisconsin Longitudinal Study:
- Buena salud física, perseverancia en objetivos y flexibilidad para ajustar metas fueron beneficiosas para el bienestar en el retiro.
- A su vez, el tener activos financieros adecuados, redes sociales y satisfacción con el trabajo pre‐retiro, condicionan la calidad del ajuste.
Cuando la persona siente que “no tengo lo que necesito” o “el retiro va a significar menos recursos”, la resistencia aumentará.
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Miedo al propósito perdido y al aburrimiento
Una fuente frecuente de tensión es la anticipación de una vida sin la estructura laboral, sin la “misión” que hasta ese momento ocupaba el espacio diario. Un artículo reciente identifica que uno de los riesgos en la jubilación (especialmente si es temprana o no voluntaria) es mayor depresión, ansiedad, sensación de fatiga, apatía.
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Sentido de “no haber terminado lo que debo”
Otra causa es el sentimiento interno de que queda “algo por hacer”: proyectos inconclusos, roles sin cerrar, contribuciones sin realizar. En esos casos, la edad dicta “zona de retiro”, pero el sujeto siente que aún está “en curso”.
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Transición no voluntaria o forzada
Cuando el retiro es impuesto, anticipado por razones de salud, recorte laboral o despido, el ajuste emocional es mucho más complejo. Estudios sistemáticos muestran que la jubilación involuntaria está asociada con mayor riesgo de síntomas depresivos, peor autopercepción de salud y redes sociales reducidas.
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La temporalidad del futuro y la “selección socioemocional”
Desde la teoría de la selección socioemocional de Laura L. Carstensen, a medida que las personas perciben que su horizonte temporal se reduce, cambian sus prioridades hacia metas emocionales de corto plazo y dejan de enfocarse tanto en la adquisición de conocimiento o estatus futuro.
Desde la práctica clínica podemos identificar señales que indican que alguien está enfrentando un retiro para el cual aún no está emocionalmente preparado:
- Ambivalencia persistente: “sí, la edad me dice que me retire, pero… ¿y si me aburro? ¿y si dejo de tener valor?”
- Miedo intenso al futuro: preguntas como “¿qué voy a hacer?”, “¿quién voy a ser?”.
- Dificultad para imaginar la nueva rutina o buscar actividades significativas fuera del trabajo.
- Sentimientos de injusticia o prematura terminación: “todavía podía aportar”, “esto me lo arrebataron”.
- Ansiedad anticipatoria, trastornos del sueño, bajo estado de ánimo en los meses previos al retiro.
- Retención de comportamientos que demuestran resistencia: aferrarse a objetivos laborales, procrastinar el cierre, evitar conversaciones sobre el retiro.
Cuando la edad marca el cambio, pero la emocionalidad no está lista, se presentan varias consecuencias adversas:
- Mayor riesgo de depresión o ansiedad: como muestra el estudio internacional, la retirada temprana o no deseada está “moderadamente asociada con la manifestación de psicopatología” (depresión, ansiedad) después del retiro.
- Reducción del bienestar subjetivo: menor satisfacción vital, más soledad, menor sentido de propósito.
- Problemas físicos secundarios: la relación mente‐cuerpo en este cambio es evidente —un ajuste psicológico deficiente puede repercutir en salud física.
- Desconexión social: al abandonar el rol laboral, se pierden redes de contacto. Si no se sustituyen, la persona puede quedar con mayor sensación de vacío.
- Pérdida de autoeficacia: la sensación de no saber “para qué” o “cómo” aumenta la vulnerabilidad.
¿Cómo acompañar psicológicamente el “estar listo” para el retiro?
Desde mi enfoque como psicóloga con experiencia en clínica y forense, propongo una ruta de acompañamiento para personas que sienten que “no están listas”:
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Evaluación integral de preparación
- Una mirada desde cinco dimensiones: física (salud), financiera (recursos), social (redes), psicológica (autoimagen, roles, metas) y emocional (actitudes, sentido). Esta perspectiva multidimensional aparece también en la escala de preparación para el retiro.
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Trabajo de identidad y significado
- Explorar: “¿Quién soy si ya no trabajo en esa profesión?”
- Facilitar la construcción de una nueva narrativa de vida: roles alternativos, voluntariado, mentoría, proyectos personales.
- Ejercicios de “futuro posible”: imaginar cómo serán los próximos años sin aquel rol laboral, qué quiero que quede, qué legado personal quiero dejar.
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Clarificación de metas y proyectos post‐retiro
- Definir metas concretas (voluntariado, hobbies, emprendimiento, relación familiar) y pasos para alcanzarlas. Tal como la literatura describe: “claridad de metas” es determinante para la planificación psicológica del retiro.
- Trabajar el ajuste de expectativas: diferenciar “qué quiero hacer” de “qué tengo que dejar de hacer”.
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Fortalecimiento de recursos sociales y actividades significativas
- Mapear redes sociales fuera del trabajo (familia, amigos, actividades comunitarias).
- Fomentar la actividad social, rutinas, grupos de interés.
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Acompañamiento emocional: duelo, ansiedad, resistencia
- Permitir el duelo por la pérdida del rol anterior: reconocer que “dejar de trabajar” implica múltiples pérdidas (identidad, red, ritmo, rol).
- Técnicas de afrontamiento para la ansiedad anticipatoria: mindfulness, reestructuración cognitiva, exploración de creencias (“¿y si no tengo nada que hacer?”).
- Evaluar si existen síntomas clínicos (depresión, crisis de ajuste) y derivar cuando corresponda.
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Transición gradual o puente laboral
- Siempre que sea posible, favorecer la transición escalonada: reducir horas, asumir roles de mentoría o consultoría, para suavizar el cambio. Esta estrategia es respaldada por la APA.
- Facilitar un “puente” hacia la jubilación plena, lo que permite al sujeto adaptarse progresivamente al nuevo estado.
Películas que reflejan esta tensión (Edad Vs Preparación emocional)
El cine puede servir como espejo que ayuda a explorar este tema. Aquí dos títulos específicos de Netflix (o que han estado disponibles) que ilustran la resistencia al retiro:
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The Last Laugh (2019)
Un ex manager de talentos jubilado se ve arrastrado a una última gira de comedia junto a un viejo cómico. Representa cómo el retiro plantea la pregunta: “¿y ahora qué hago?” —la identidad profesional ya no da sentido y surge la necesidad de reinventarse.
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The Land of Steady Habits (2018)
Aunque no es exclusivamente sobre jubilación, el protagonista abandona un trabajo de alto nivel antes de tiempo y enfrenta la soledad, el vacío de propósito y la incertidumbre de “qué viene”. Esta narrativa ilustra muy bien el conflicto emocional del retiro cuando no se está preparado.

