Aprende a convivir con el duelo

Aprende a convivir con el duelo

Por José Alberto Selmo Jiménez
Psicólogo clínico

Perder a alguien que amamos duele. No hay otra forma de decirlo. Ese vacío que deja la ausencia no se llena con frases hechas ni con consejos de “sé fuerte”. El duelo no es algo que se supera como quien pasa la página de un libro. El duelo se convive, y esa convivencia es la que nos transforma.

Lo primero que quiero decirte es que no hay una manera “correcta” de vivir el duelo. Algunos lloran sin parar, otros guardan silencio, otros se refugian en el trabajo o en la rutina. Cada persona lo procesa a su manera y a su tiempo. No existe un calendario que marque “a los seis meses ya debes estar bien”.

El duelo, además, no es lineal. Un día puedes sentirte en calma y, al siguiente, una canción, un olor o una fecha especial te sacuden como si la herida estuviera fresca. Eso no significa retroceso, significa que estás vivo y que el amor que sentías por esa persona sigue teniendo un lugar en ti.

¿Y cómo se convive con ese dolor?

Primero, dándole permiso a la tristeza. Reprimirla solo la convierte en un peso más grande. Llorar, hablar, escribir, recordar… son formas de sanar.

Segundo, cuidando lo básico: comer, dormir, moverse. Puede parecer trivial, pero el cuerpo es el vehículo de la mente, y atenderlo es parte de sostenerse en medio de la tormenta.

Tercero, abriéndote a la compañía. Aunque nadie pueda sentir exactamente lo que sientes, compartir tu dolor con alguien cercano ayuda a que el duelo no sea una cárcel de soledad.

Y algo más: permitirte la alegría sin culpa. Sonreír, reír, disfrutar no significa olvidar ni traicionar la memoria de quien se fue. Significa honrar la vida que aún tienes por delante.

Si en algún momento sientes que el dolor se vuelve insoportable, que no puedes con él o que te paraliza, ahí es cuando buscar ayuda profesional se convierte en un acto de amor propio. El acompañamiento terapéutico no borra la pérdida, pero ofrece herramientas para sostenerla con menos peso.

El duelo nunca desaparece del todo. Aprendemos a llevarlo, a darle un espacio en nuestro día a día, a reconocer que la ausencia también nos enseña. Porque convivir con el duelo es, en última instancia, convivir con el amor que permanece.

Si te sirvió de algo te invito a que sigas leyendo de los temas cotidianos que escribo.

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